Hay muchos niveles de comprensión y de alcance del sistema en el que la persona está en mutua cooperación con la fuerza superior. Es muy difícil descubrir este camino de sufrimiento que es llamado «400 años de exilio», los cuales son insoportables. Si las dos fuerzas, la recepción y el otorgamiento, el Creador y el ser creado, chocan frontalmente, el ser creado tendrá que atravesar de nuevo todo este camino comenzando desde las cuatro fases de la Luz directa, todo el proceso de desarrollo. Se trata de un camino horrible.
Pero nosotros estamos en un sistema que funciona de acuerdo con un plan superior determinado en el que ya existe un resultado final, el punto de partida, y el estado final. Todos los cabalistas que operaron por medio de todas las generaciones, y todos los libros que escribieron están incorporados en este sistema. Hay personas que han alcanzado al Creador que vive en el ocultamiento entre nosotros en este mundo, que están trabajando para llevar a la humanidad más cerca de estas ideas.
Todo esto nos lleva a lo que se conoce como Derej Eretz (el camino de la Tierra) algo que está entre el camino del sufrimiento y el camino de la Luz, lo cual nos permite el libre albedrío. Si avanzáramos sólo por medio de la vara, no tendríamos manera de desarrollar nuestra mente. Estaríamos ocupados sólo tratando de evitar el siguiente golpe que puede venir de un lado o del otro.
Pero si recibimos todo esto a través del sistema en el que hay tanto juicio como misericordia, la combinación de estas dos fuerzas nos permite desarrollarnos. Al igual que un bebé cuyos padres lo desarrollan, así recibimos nosotros ayuda en nuestro desarrollo espiritual. Imaginen que en puede convertirse un niño que desarrolló sin la ayuda de sus padres. Incluso si pudiera sobrevivir, qué problemas y sufrimientos tendría que atravesar, lo máximo que podría alcanzar sería una existencia animal simple, vivir y morir de alguna manera.
Así es la vida de un animal. La vida del hombre se basa en recibir el apoyo de las generaciones anteriores, ya que cada uno de ellos desarrolla y completa al que lo precedió. Los deseos humanos se desarrollan de una generación a otra.
Así que hoy nos encontramos en un estado en el que, por un lado nadie quiere recibir la sabiduría de la Cabalá ni entiende para qué la necesita. Nadie conoce esta sabiduría e imagina en vez de ello que es una especie de misticismo y milagros. Los diversos grupos tienen diferentes actitudes hacia la sabiduría de la Cabalá, ya sean personas religiosas o no religiosas, las cuales pertenecen a la nación de Israel o a otras naciones.
Las más difíciles son aquellas que asumen que ya están estudiando la Torá y que no necesita nada más. Ellas se consideran perfectas porque estudian el Talmud y observan las Mitzvot. Nosotros de alguna manera podemos acercarnos a la persona no religiosa y explicarle las cosas, puesto que ella siente que esta vida corporal no tiene sentido y que ella quiere revelar el Mundo Superior, el sistema que maneja la vida.
Pero, en realidad, nadie siente una necesidad real por la sabiduría de la Cabalá, incluyendo a aquellos en quienes se ha revelado el punto en el corazón, y de repente éste se enciende en ellos y desean saber al respecto y vienen a estudiar. El deseo que tienen mientras tanto no es más que un deseo por adquirir algo nuevo y no por cambiar su naturaleza a la forma opuesta. Tal deseo no es natural para la persona y simplemente no existe. Esto se debe a que entre cualquier persona de este mundo y la verdadera ciencia de la Cabalá hay un muro de hierro, que debe romperse.
(92774 – De la 1° parte de la lección diaria de Cabalá del 11 de noviembre del 2012, «Introducción al Estudio de las Diez Sefirot»)