En el mundo corporal, lo más importante para avanzar, es abrir la puerta y entrar. Pero es diferente en la espiritualidad porque el avance es construido por encima de todo lo que hemos vivido.
Por lo tanto, la puerta cerrada no es visible en absoluto, parece ser una muralla sólida. El hombre siente que existe una muralla en su camino y de pronto, una entrada aparece en esta muralla y le permite pasar.
Aun así, antes de que la entrada se abriera, era totalmente imposible ver que existía una puerta cerrada en la muralla. No había ninguna señal de que existía una apertura.
Por eso es tan importante entender lo que es esta muralla y estas cerraduras. Ahora el mundo está encerrado, en cuarentena. Esto es también una especie de ocultamiento y es revelado más y más con el fin de que nos imaginemos lo que será retirar las cerraduras, es decir, la revelación e invitarla lo más pronto posible.
Sentimos que estamos en una prisión, en la oscuridad, en un mundo estrecho y oscuro, pero queremos revelar la fuerza superior y no hay nada más que eso, es decir, esta fuerza es la que nos describe todo lo que sucede.
No importa en qué estado estamos, lo principal es revelar en él esta fuerza, de la cual se dice “yo moro en mi propio pueblo”. Lo más importante es sentir que en cualquier estado oscuro estamos en conexión con el Creador e intentar adherirnos a Él.
Se concluye que no necesitamos buscar una puerta en el muro. En el lugar donde podemos elevarnos con fe por encima de la razón, de acuerdo a nuestra plegaria, petición, deseo e invocando la ayuda de la fuerza superior, la apertura aparecerá en el muro y nos permitirá pasar. Justo como el Mar Rojo se abrió durante el éxodo de Egipto.
En el lugar donde nos unimos en nuestro deseo de pasar, encontramos una apertura y pasamos por ella.
La fe por encima de la razón es lo que abre la entrada en el muro. El muro es nuestro egoísmo que nos separa de la cualidad de otorgamiento. Estamos a un lado del muro en el mundo del egoísmo y más allá está el mundo del otorgamiento hacia donde queremos ir. Esta transición se logra con fe por encima de la razón, es decir, al grado en que puedo, en mi estado actual, imaginar que la muralla se abre, la intención de otorgamiento es revelada dentro de mi deseo egoísta. Esta será la apertura.
Entiendo que no puedo otorgar, pero realmente lo quiero y estoy dispuesto a hacer cualquier cosa para lograrlo. Este es el choque entre los estados existentes y los deseados. Si nos anulamos uno ante el otro para conectarnos, creamos una cualidad cercana al otorgamiento y esa es nuestra petición al Creador para que nos ayude, para que abra la entrada para nosotros, la transición de las cualidades de recepción hacia las cualidades de otorgamiento, es como si cruzáramos el Mar Rojo.
Encontrar las llaves para todas las cerraduras es conectar Maljut con Bina y llegar a la apertura. Sin embargo, no es una revelación mecánica sino emocional.
La sensación de que estamos frente a una puerta cerrada llega porque estamos integrándonos en el grupo e intentando penetrar el corazón de los amigos para conectarnos como un hombre. Después descubrimos que existe una muralla que evita que lo hagamos.
En realidad, esta muralla es el Creador mismo. Todo lo que tenemos que hacer es presionar, persuadir, rogar y orar, tanto como sea posible hasta que las cerraduras se abren y los muros entre nosotros sean removidos.
Cuando intentamos conectarnos en la decena, sentimos que algo nos aleja, evita que nos conectemos en un corazón. Hay 125 grados en la sensación del corazón, cada uno incluye tres etapas: Ibur (Concepción), Yeniká (amamantamiento) y Mojin (adultez). Debemos intentar entrar en el primer grado, llegar a la conexión en un deseo, de manera que estemos juntos en un corazón, en la sensación de unidad.
Esta es la primera entrada a la espiritualidad, cuando comenzamos a actuar como una célula espiritual, a partir de la cual creceremos. Se requiere una gota de semen espiritual con la que el cuerpo se desarrollará.
Hay varias condiciones para hacerlo: estar incluido en el superior (la decena), anularse los demás para fusionarse en una célula y así entrar en el mundo espiritual y comenzar a crecer. Lo más difícil es la primera acción: convertirse en embrión espiritual.
Todos los corazones están cerrados. Debemos abrirlos y conectarlos. Luego cerramos la decena con una cerradura llamada, restricción, pantalla y luz reflejada, que nos encierra a todos en una acción espiritual común con respecto al Creador.
Ponemos esa cerradura en nuestra conexión y le pedimos al Creador que no nos permita escapar del grupo ni romper la conexión, así nos conectamos con la fuerza superior.
Al orar por mis amigos y rogar al Creador que los ayude, rompo la cerradura en mi corazón. Pedir por los amigos es un medio para abrir mi corazón insensible.
Todos nuestros corazones están cerrados con una cerradura egoísta y no sienten nada, excepto su ego. Yo mismo no puedo abrir esta cerradura, sólo puede pedir al Creador que lo haga.
Sin embargo, es mejor pedir por los amigos en la decena, cada uno pide por el otro. Es lo mejor no pedir por mí mismo sino por otros, incluso si es una petición formal.
Pues, siempre estuve pidiendo por mí mismo: “¡ayúdame, hazlo para mí!” Y ahora pido por otros como si existiera en la decena, sólo para orar por mis amigos, para establecer una conexión entre ellos y el Creador. Es mi único rol; no quiero nada excepto esto, me anulo totalmente, como si no existiera. Mi único propósito es lograr conexión desde el Creador hacia los nueve amigos y desde ellos hacia el Creador.
Si intento construir ese tipo de relaciones, el Creador comenzará a cuidar de la decena a través de mí.
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De la 1a parte de la lección diaria de Cabalá 25/ene/21 “Irrumpimos las barreras hacia la espiritualidad”
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